viernes, octubre 17, 2014

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Termina el conversatorio con Marco García Falcón sobre su novela Un olvidado asombro y la narrativa peruana última.
Ha sido una velada muy emotiva y enriquecedora. Y no niego que me sentí raro en un ambiente tan solemne como el de la librería Communitas.
En este tipo de conversas, uno se la lleva fácil, en el buen sentido de la palabra. Siempre he tenido la suerte de toparme con autores que manejen un buen discurso, tanto en lo literario como en lo intelectual.
En esa conversa hablamos de muchas cosas, siendo una de ellas la de su silencio literario, silencio literario que muy pocas veces he visto en los últimos exponentes de la narrativa peruana.
Al menos para mí, García Falcón pertenece a esa estirpe de narradores a lo Loayza, a lo Prochazca, si hablamos de voces locales; cada quien, pues, con una característica peculiar, pero siempre en el límite del silencio, viendo el discurrir de la fiesta literaria desde dentro pero en una esquina, pero su observación es una observación asentada en el detalle, detalle que con el tiempo se convertirá en materia literaria.
Si a este silencio sumamos la legitimidad. Puesto que legitimidad es lo que le viene faltando a la narrativa peruana, y desde hace varios años.
Me explico: hablamos de silencio, pero también de un reconocimiento paulatino que no viene de la gran prensa, cosa que el autor conoce porque también ha sido saludado por la prensa, sino del lector de a pie, tanto del que lee con frecuencia como del que no, es decir, me refiero al tan llamado “boca a boca”, “boca y oreja”, ese lector que no hace suya las mentiras y medias verdades de la logística publicitaria, sino que juzga con más dureza que el más temido crítico literario, que asume el comentario de un libro como si se tratara de un ajuste de cuentas.
Por eso, sea en este espacio, en un conversatorio, o a cualquiera que me pida una recomendación, no dudo en decir que lo mejor que le ha pasado a la narrativa peruana de los últimos años es la publicación de Un olvidado asombro, una novela completa, que ante todo transmite, novela cuyos personajes exhiben cariño, amor y también mucho rencor, novela estructurada en una compleja sencillez capaz de escuelear, en especial a aquellos acróbatas del verbo que viven la patraña de que solo lo difícil es original. Una novela como esta nos hace mucho bien: vuelve a nuestra tradición para enriquecerla en su presente y seguramente en su futuro.

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