jueves, octubre 23, 2014

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Algunas ferias de libro me sorprenden en estos últimos días. La semana pasada estuve en la Villarreal y ahora esta, hasta el viernes, en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP. 
A ambas ferias no pensaba ir, pero en ellas estoy, vendiendo libros y hablando de literatura y rock con los estudiantes y profesores. Para mi buena suerte, ahora estoy bajo la sombra y debido a ello no tengo la nariz roja. 
Leo mucho y en cualquier lugar, aprovechando las horas muertas, como siempre, y decido, mientras sorbo un café sin azúcar, el libro que voy a reseñar para LPG. Se trata de un libro que me ha gustado mucho, de un escritor a quien aprecio bastante como persona y a quien también considero mi maestro. 
Se deduce, entonces, que la reseña será positiva. Y trataré de explicar por qué su libro está de la putamadre. 
A lo mejor, más de uno dirá que se trata de amiguismo, pero no, no es amiguismo por ningún lado, solo se trata de aquello que se conoce como “Rigor generoso”, el cual debemos desplegar en los libros que nos gustan y que nos revitalizan interiormente. 
Termino el cafecito de máquina y me pongo a pensar en el Amiguismo/Relacionismo que desde hace varios meses noto en las reseñas de libros peruanos. Claro, el Amiguismo/Relacionismo siempre ha existido, pero nunca a este nivel en el que se ha perdido el más mínimo pudor, un nivel que se presenta de decente, pero que no es más que infame y ridículo. 
Veo la situación en frío y llego a una triste conclusión: ningún medio, sea virtual o físico, se salva del Amiguismo/Relacionismo. 
En distintos niveles percibo el esplendor del Amiguismo/Relacionismo en las reseñas de libros peruanos. 
Eso: distintos niveles. 
Felizmente, el lector no es un ningún idiota, se da cuenta cuando le quieren vender gato por liebre. El lector es mucho más cuidadoso que un comprador de celulares. El lector revisa, pregunta, compara. El lector no solo pone en riesgo su dinero, sino también algo más importante: su tiempo. 
Sigamos. 
El lector habitual de este blog sabe que yo presento no pocos libros, sean de autores peruanos y extranjeros. 
También reseño libros. También escribo notas de contratapas que firmo. Y de cuando en cuando prologo. 
Se podría decir, bajo la sospecha de algún intrigante que nunca falta, que yo también soy partícipe de ese Relacionismo/Amiguismo. 
Si algo tuviera que decir al respecto, sería lo siguiente: es cierto que presento no pocos libros de autores peruanos y extranjeros, y también es cierto que no pocos de estos autores son amigos y conocidos míos. Pero también es cierto que los libros que presento y recomiendo son buenos libros, apreciación que también me alegra ver en los lectores que se acercan a esos libros y me dicen que sí les gustó el libro X; otros, puesto que no todos pensamos igual, me dicen que el libro X no les gustó pero que no les pareció malo y que sintieron que no perdieron el tiempo mientras lo leían. 
Eso es lo que me gusta: generar una cadena: el que no te guste un libro no significa que ese libro sea malo. Son dos cosas distintas. 
A lo largo de los años, muchos escritores que aprecio me han pedido que presente sus libros y les he dicho que no, con todo el cariño y respeto posibles. Siempre pido leer antes el libro y es su lectura la que me lleva a presentarlo o escribir sobre él. 
Cuento lo siguiente: yo admiro a Miguel Gutiérrez. He leído toda su obra. Cuando me pidieron que presentara la reedición de su novela Poderes secretos, pedí leerla antes porque no sabía absolutamente nada de ella, solo de esa leyenda negra que la ubicaba como el texto más subliminal de Gutiérrez. Finalmente, terminé presentando el libro porque me gustó mucho pese a que no se ubicaba en mis gustos estéticos como lector. 
Es por eso que me sorprende ver a lectores preparados, dueños de una buena formación académica tanto en Perú y el extranjero, profesores de importantes universidades privadas y nacionales, practicando el reseñismo insincero, el reseñismo descriptivo, el reseñismo buenagente, el reseñismo infame, el reseñismo idiota que mina su credibilidad (de nada te valen los cartones si no tienes credibilidad/legitimidad). 
Lean aquí, un irrebatible ejemplo de lo que digo. 
Lo que me apena de los ejecutores de estas reseñas, es que no son tipos de dudoso y cuestionado nivel crítico, sino tipos de los que tengo muy buenas referencias personales, gracias a los conocidos y amigos que tenemos en común, como Alonso Rabí. Lamentablemente, Rabí es un involuntario practicante del buenagentismo, buenagentismo que lo llevó a publicar una reseña de un libro malísimo de un autor de quien también tengo buenas referencias personales. 
O sea, imagino que estamos hablando de literatura, no de amistad o compañerismo laboral, que para esas cosas tenemos los bares. 
Por ello, estimado, AR, lo que no te dicen los demás, te lo digo yo en buena onda: mata tu buenagentismo, ese buenagentismo que te llevó a formar una (también involuntaria) argollita en El Dominical, argollita dedicada al reseñismo cruzado que veíamos domingo a domingo en el 2008, a excepción, claro está, de los números dedicados a Martín Adán y Ribeyro. 
La gente captaba en una esas reseñas cruzadas, si no lo sabías. 
Una vez aniquilado tu buenagentismo, accederemos a ese buen lector que eres y así marcarás una real diferencia en el panorama de la crítica literaria en medios, una diferencia que hace tanta falta, por cierto. 
El buenagentismo se mata con carácter. 
Esto es lo que suelo hacer: 
Autor: G, ¿puedes presentar mi libro? Pero si no puedes, ¿puedes escribir una reseña? 
G: Primero lo leo. Si me gusta, y dependiendo de mi tiempo, lo presento. Si no me gusta, ni presentación ni reseña. Así de simple. 
Autor: Pero, G, somos patas. Yo siempre leo tu blog, leo tu blog desde cuando nadie lo leía. 
G: Sabes que agradezco tu generosidad. Pero esto es literatura. Verdad emocional. Si tu libro es malo, ten en cuenta que esto es como el fútbol: este partido quizá lo puedas perder, pero podrías golear en el siguiente partido.





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