miércoles, diciembre 17, 2014

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A las ocho y media de la noche de ayer, me encontraba en el parque del triple cruce: Quilca-Wilson-Rufino Torrico.
Prendí un pucho, el primero en cinco horas.
No sabía cuál de las siete opciones elegir para ir a casa. Pensaba en los dos textos que debo entregar en las próximas horas, como la reseña de un libro de Mailer. Pensaba en cómo abordar la reseña, en cómo calibrar mi verdad emocional, en no desbordarme como me desbordo cada vez que comento un libro que me ha gustado mucho.
Caminando en dirección a Quilca, me encuentro con un joven editor, que tres minutos antes había estado en Selecta para dejar el último libro de su sello. No me había encontrado y estaba dirigiéndose a su casa.
Nos saludamos y le pregunté si tenía tiempo, porque no demandaría mucho tiempo que vayamos a Selecta y de esta manera dejarme los cinco ejemplares de su último libro editado.
Regresamos a la librería y nos quedamos conversando un rato.
Es cierto que en las últimas semanas, le he dedicado más de un párrafo ácido a no pocos de los editores peruanos, llamándoles iletrados, carteristas solapas, amantes de la foto histórica, en fin. Pienso en los calificativos y cada vez más estoy seguro de mis palabras, no me arrepiento de lo que digo porque se merecen ese trato, un trato suave, hasta amable, si vemos el asunto en frío.
Sin embargo, así como existen esa clase de editores, también los hay en la otra orilla, que quieren ganar el reconocimiento, cuestión totalmente lícita, pero ganarlo en buena lid, lejos del carterismo solapa, por ejemplo, práctica que en los últimos meses se está volviendo una costumbres entre los que practican el lustrabotismo y el llamado decentismo estratégico.
Presto atención a las palabras del joven editor, analizo sus proyectos y puedo decir que va por buen camino, aunque el camino será difícil; también analizo su catálogo, que poco a poco y a paso firme lo viene reforzando. No lo pienso mucho, converso con un editor que lee y eso me hace sentir bien. Sé que el reconocimiento que merece su sello llegará, no sé si tarde o temprano, pero cuando llegue, cuando la gente se dé cuenta de las cosas que hace, el reconocimiento tendrá el aura de la legitimidad y la credibilidad. Esto no es poca cosa, señores.

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